Tangofulness paperback and kindle

“Tan sensible y descriptivo. ¡Amé las formas e imágenes que venían a mi mente mientras lo leía!”
Alejandra Mantiñan – para el capítulo “El significado de tu camino de desarrollo personal en el tango

Nota: estos pensamientos son parte del libro Tangofulness: Explorando la conexión, la consciencia, y el sentido en el tango.

Tango – El sentido del abrazo

 Bailar un sentimiento simple…

Esta noche compartí un abrazo.

Me calmé.

Recordé cuando estaba tomando mis primeros pasos de tango, me dijeron que el abrazo debería ser como el que le das a un ser amado.

Cálido, amoroso, tierno.

No es un abrazo para controlar.

Guío tanto como permite la buena calidad del abrazo.

Si el abrazo es destruido, simplemente hago pasos sin sentido, pasando el rato hasta que termine la tanda.
Si no es cercano, no es tango.

¿De qué otra manera podría sentir su corazón latir? 

¿De qué otra manera puedo sentir su aliento acariciándome?

¿Cómo es posible sentir el tango a la distancia?

Y en tanto el tiempo pasa y las experiencias hermosas aumentan, empiezo a verlo diferente.

No quiero abrazar en el tango como cuando abrazo a las personas que amo; quiero abrazar a los que amo así como abrazo en el tango…”

 

Escribí esto cuando tenía 21 años, siete meses después de mi primera clase de tango. Acababa de romper con una chica con la que había estado en una relación por cinco años y medio. Lo único que estaba buscando era un abrazo. Un abrazo que me permitiera olvidar, calmarme, soltar. En aquellos tiempos, sólo movía mis piernas porque las personas habrían encontrado extraño que simplemente me quedara sin moverme, nada más abrazando durante una tanda entera. Algunos, justificadamente, se habrían molestado de que estuviera bloqueando el flujo de la pista. Sin desearlo, me movía. Hacía algunos pasos. Pero los únicos pasos que me permitían mantener un abrazo cálido y cercano.

Quizás has escuchado decir que cuando abrazas a tu pareja, te deberías enfocar en ella. Esa noche, fallé en eso también. Pensé en mi ex, y en mi mente, la estaba abrazando a ella. En algunos bailes, se dio la casualidad de que la mujer con la que estaba bailando tenía un cuerpo que me hacía recordar a ella. El sentimiento se hizo más fuerte. Tenía que quitármela de la cabeza. ¿A quién más amo? ¿Quién más me importa? Empecé a preguntarme.

A medida que las personas que tenía cerca de mi corazón empezaron a aparecer en mi cabeza, comencé a abrazar como si estuvieran delante de mí. Se sintió genial e incompleto al mismo tiempo. Pero lo hice de todas formas.

La verdad es que di y recibí muchos más abrazos en el tango que en mi vida entera. Aunque mi madre era una persona que abrazaba, aún así, nadie puede competir con más de una década de tango. Tuve semanas en las que bailé cada noche por cinco horas o más, sin incluir las clases.

Algo extraño empezó a suceder. Los abrazos que estaba dando en mi vida diaria simplemente comenzaron a sentirse menos poderosos que los que sucedían en el tango. ¿Cómo puedes comparar 12 minutos de abrazo mientras co-creas arte, expresando la música, comunicando en silencio, con los abrazos de dos-a-cinco-segundos a los que estamos acostumbrados en nuestra vida diaria? Sí, había algunos abrazos únicos que me hacían sentir bien fuera del tango, pero la mayoría de ellos sencillamente no podía competir.

Y entonces, empecé a extrañar el abrazo de tango cuando no estaba bailando. Recuerdo estar pensando en ello mientras yacía en mi cama, a punto de dormir. Recuerdo bailar tandas enteras en mi mente, visualizando el calor del abrazo de tango.

“No quiero más abrazar en el tango como cuando abrazo a las personas que amo; quiero abrazar a los que amo así como abrazo en el tango.”

Creo que la mayoría de las personas ha sentido el poder del abrazo de tango, pero pocas han decidido llevarlo más lejos. Pocas han intentado comprender el sentido que posee para ellas, e incluso menos han decidido darle un sentido y un propósito adicionales. Siento que mucha gente de repente levanta sus escudos cuando lo digo. Dimitris, ¿por qué intentar darle un sentido adicional, por qué no simplemente sentir, simplemente ser?

(Continúa debajo…)

Nota: estos pensamientos son parte del libro Tangofulness: Explorando la conexión, la consciencia y el significado en el tango.

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En mi vida, me topé con esta narrativa muchas veces. ¿Por qué intentar encontrar un sentido adicional en tu danza, y no simplemente estar en el momento? ¿Por qué intentar entender la musicalidad cuando simplemente puedes enfocarte en lo que la música te dice al momento? ¿Por qué practicar secuencias cuando la verdadera belleza está en la improvisación? ¿Por qué practicar técnica cuando puedes enfocarte en transferir emociones?

Si eres cuidadoso, notarás que todas aquellas preguntas asumen la misma cosa: es una situación de sí-o-no, un caso de esto-o-aquello. Elijo verlo de diferente manera. Hay momentos para ser y momentos para hacer. Trabajas en tu técnica (hacer), para poder estar completamente presente en el abrazo (ser) sin que tu cuerpo se ponga en el camino de lo que quieres expresar. Practicas secuencias para que tu cuerpo pueda internalizar conceptos que luego puedes utilizar a la hora de improvisar. Estudias música para que tu mente pueda escuchar cosas que no podías escuchar antes. Buscas sentido adicional para que puedas descubrir el sentido compartido que lleva a una conexión genuina.

Hay momentos para ser y momentos para hacer. Para estar completamente presente, quizás sean necesarios años de preparación. Eso no es así porque es imposible que estés presente sin preparación. Es así porque tu casa luce diferente cuando vives en ella, y cuando te mudas de vuelta a ella 40 años más tarde, luego de haber viajado por todo el mundo y haber tenido la experiencia de tu vida. Es la misma casa, la misma persona, pero la segunda vez, lloras, te das cuenta de cuán rápido pasa la vida, y cómo pocas cosas importan verdaderamente. Y si tu respuesta es “Dimitris, si regreso a mi casa de la infancia luego de haber estado 40 años lejos, ya no soy la misma persona. He hecho tantas cosas que me han cambiado,” entonces felicitaciones, ese es precisamente mi punto. Hay momentos para hacer y momentos para ser. Entender la diferencia puede traer felicidad y crecimiento.

Permíteme compartir un momento definitivo que cambió cómo yo veo a mi abrazo. Te invito a buscar en él razones para entender el propósito de tu abrazo.

“Anoche salí en busca de tango, y algo hermoso sucedió.
Primero que nada, necesitas entender que no bailo tanto como solía.

No porque no me guste.

Mi foco es jugar con mi hijo cuando no estoy trabajando, y él es demasiado joven para acompañarme a una milonga nocturna. Pero ayer sentí esta necesidad de bailar.

Había estado trabajando todo el día escuchando tango de fondo, y tanto mi cuerpo como mi mente me estaban diciendo que había llegado la hora.

Di a mi hijo y a mi mujer besos de buenas noches y salí.

Como es usual, no comencé a bailar en seguida.

Me di tiempo para absorber la música y el ambiente.

Cuando bailé mi primera tanda, no estaba de humor para la conversación habitual.

Ya sabes, “¿de dónde eres?”, “¿cuántos días te quedas aquí?”

Simplemente pregunté:

-¿Qué es lo que más te gusta del tango?

Silencio.

Ella se tomó un rato para responder.

¿Quién pregunta este tipo de cosas, verdad?

-Conexión, dijo ella.

Bailamos la última canción.

-No me preguntaste “¿conexión con quién?” dijo ella al final.

Pregunté.

-Conmigo misma.

-¿Por qué?

-Es mi meditación activa.

-¿Por qué la necesitas?

-Me ayuda a crecer.

Ahora estaba intrigado.

¿Y qué si continuaba haciendo eso toda la noche?

¿Qué descubriría?

La siguiente mujer con la que bailé, simplemente dijo:

-Me encanta encontrarme con completos desconocidos de cualquier lugar del mundo y saber que tengo un lenguaje con el cual comunicarme con ellos.

Hermoso, pensé.

Recibí muchas respuestas aquella noche.

-Porque el tango me sacude el alma, me dijo otra.

Y luego, sucedió:

-Para permanecer viva, dijo.

No voy a compartir más sobre esta conversación; es demasiado personal.

Pero me llevó a una de las tandas más profundas y emocionales de mi vida.

¿Por qué?

Porque vi el alma de aquella persona y el poder sanador del tango.

-Si deseas mejorar tu tango, me dije a mí mismo, concéntrate en usar tu danza para sanar y dar alegría.

Cuando pones eso como una intención, todas las respuestas se hacen más fáciles.

Observé a una tanguera mayor que estaba pasando casi toda la noche sentada.

En un momento, pareció que un hombre la estaba mirando, así que ella sonrió, lista para bailar.

Él caminó hacia ella, y luego simplemente continuó caminando para bailar con la mujer que estaba unos pasos por detrás de ella.

La señora, que ya estaba en movimiento, tomó un vaso de agua, para cubrir su malentendido.

Vi su cara tornarse triste.

No fue su edad lo que me hizo tomar el siguiente paso, ni tampoco lástima.

Ella tenía la calma que solo tiene la gente que ha vivido una vida completa.

Era la consciencia del poder de un simple abrazo.

Me acerqué; la miré.

Me miró, y luego bajó la vista otra vez.

Mantuve mi mirada.

Me miró de nuevo y luego miró hacia abajo.

Luego me miró una tercera vez, colmada de descreimiento.

Finalmente tuve tiempo para sonreír y mover mi cabeza, apuntando hacia la pista de baile.

Una sonrisa enorme apareció en su rostro.

Quizás te preguntes cómo fue la tanda, si bailamos hermosamente.

A esto, diría que fue un puro regocijo y que estás haciendo la pregunta equivocada.

Compartimos un momento como humanos, sin importar nuestra diferencia de edad, etnia, creencias, y eso es lo que importa. Terminé esa tanda más feliz, y espero que ella también.

¿Qué pasaría si todos bailáramos para esparcir alegría y para sanar?

¿Cómo luciría una milonga en ese caso?

Ésa sería una milonga que no me perdería por nada del mundo.

Aquella noche vi sonreír a personas que estaban atravesando divorcios difíciles.

Bailé con un alma valiente que hacía pocos días había descubierto que la vida que estaba creciendo dentro de ella, no sobreviviría.

Estaba por perder a una persona que amaba y que aún no había tenido la chance de verla o de tocar su mano.

No tenía ninguna manera de saber cuándo sucedería, solo la certeza de su futuro inminente.

Estaba bailando y soltando.

Bailamos, pero yo ya no estaba bailando con ella.

Estaba bailando con la vida que ella estaba cargando, rezando por su sanación, rezando por un milagro.

La abrazaba, y mi mano estaba apenas un poco más abajo en su espalda.

Exactamente… ahí.

Bailaba, intentando dar un ambiente seguro a aquella vida nonata, diciendo a la vez mi “hola” y mi “adiós”.

¿Cuántas cosas suceden justo enfrente de nuestros ojos cada día, y no las vemos?

Esa noche, vi personas conectando con personas, encontrando momentos sanadores.

Y me dije a mí mismo nuevamente:

¿Y qué si todos estuviéramos bailando para sanar y ser sanados?”

(Continúa debajo…)

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Esa noche, encontré el sentido de mi abrazo: un abrazo sanador. Este simple sentido me hizo enfocar en desarrollar un abrazo que busca sanar a la persona que tengo delante de mí, y a mí mismo. Ese sentido no fue el final del desarrollo de mi abrazo. Fue el comienzo, aunque ya llevaba bailando alrededor de diez años. Saber lo que quieres que haga tu abrazo no significa que ya lo estás haciendo.

Empecé a leer sobre sanación. Es difícil leer sobre sanación sin que aparezca la palabra trauma. Comencé a profundizar en cómo se sana el trauma, y las disciplinas somáticas y los métodos que lidian con él. Observé cómo un ambiente amoroso, la seguridad, y la expresión de los sentimientos a través del cuerpo pueden sanarnos. Basándome en ello, intenté crear un abrazo que ofrece un ambiente en el cual la sanación puede suceder.

En mi blog, comencé a preguntar a mis lectores por qué abrazan. Obtuve montones de respuestas, tan únicas, como los lectores que las daban. Empecé a preguntar la misma pregunta a más y más personas durante nuestras tandas. Al ver el sentido que esta simple pregunta había traído a mi abrazo, me obsesioné con descubrir los sentidos de otras personas. Mi pensamiento era simple:

La conexión proviene del sentido compartido.

El sentido compartido demanda que entiendas el sentido que la otra persona da a lo que está sucediendo.

Cuanto más entiendas la variedad de sentidos, más fácil será identificar el sentido que la persona con la que estás bailando da a su baile, abrazo, etc.

Y cuando eso sucede, puede ocurrir una conexión verdadera.

No me malinterpretes. No estoy diciendo que no puedes tener conexión verdadera sin todo este esfuerzo. Puedes. Pero siento que este trabajo te permite experimentar esa conexión más frecuentemente. Y puedes ayudar a otros a experimentarla más fácilmente también.

¿Por qué abrazas? ¿Qué es lo que estás buscando para ti? ¿Qué es lo que quieres crear para la persona con la que bailas?

Éstas no son preguntas fáciles. A veces, sin embargo, simplemente tenerlas en tu cabeza durante una velada de tango puede ser lo que necesitas para descubrir las respuestas. Pero esto no es una excusa para no intentar responderlas ahora mismo. Así que adelante. ¿Qué es lo que deseas que cree tu abrazo?

¿Lo tienes?

No te preocupes si no estás satisfecho al 100%. Haz un esfuerzo. Pon tus respuestas en palabras.

Bien.

Algo sucedió cuando posteé sobre mi hábito de preguntarle a mis parejas de baile por qué bailaban. Algunas personas me preguntaron, “Dimitri, ¿por qué hablar? ¿Por qué preguntar? ¿Por qué no bailar en silencio?” Yo contestaba, “yo prefiero el silencio también. Me encantan las tandas en las que no se intercambian palabras, y hay una sensación de conexión profunda. Pero cuando hablo, prefiero el sentido sobre la charla. Fíjate en tus conversaciones durante una tanda. ¿Preferirías hablar del país de origen de tu pareja, o descubrir el sentido detrás de su danza?

Por supuesto, algunas personas se sorprenden ante la pregunta, “¿Por qué bailas?” Y sé que algunos de ustedes pueden estar sintiéndose preocupados de que incomodarán a sus parejas. A mí también me preocupaba lo mismo. Hasta ahora, creo que eso ha pasado tan solo una vez. Quizás estoy equivocado, pero en todos los otros casos, terminamos compartiendo pensamientos con una sonrisa, humanidad, y una sensación de que a alguien le importaba lo suficiente como para preguntar.

Pero yo no estaba enteramente consciente del poder de la pregunta hasta que empecé a encontrarme con mujeres que habían leído mi publicación en el blog. Algunas de ellas, ya habían comenzado a preguntar a otros por qué bailaban. Se generaba un resultado hermoso a partir de esa pregunta, independientemente de la respuesta que aparecía una y otra vez. Cuantas más mujeres me compartían su experiencia de preguntar “¿Por qué bailas?”, más claro veía yo ese resultado. Y un día, sucedió. Dos mujeres, en la misma maratón de tango, en la misma noche, describieron el resultado de la pregunta con palabras casi idénticas. Una vez más, me di cuenta de cuán poco entiendo y cuánto viene de simplemente intentar algo y ver el resultado por mí mismo. Compartiré qué era este resultado que estas mujeres vieron luego de realizar la pregunta en uno de los capítulos siguientes, cuando el momento sea justo.

Hasta entonces, quiero llevarte por un camino diferente, uno que empieza antes de que las cosas suceden, un camino que toma lugar en tu mente.

Nota: estos pensamientos son parte del libro Tangofulness: Explorando la conexión, la consciencia y el significado en el tango.

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